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Calle Flamingo: antología marica fue mi proyecto de trabajo de grado en la Licenciatura en Educación Comunitaria con Énfasis en Derechos Humanos de la Universidad Pedagógica Nacional, a partir de la línea de investigación Memoria, corporalidad y cuidado. Desde allí aprendí a escuchar mi cuerpo y a llevar las discusiones sobre la relación que existe entre la corporalidad y educación más allá de la teoría. Cada cosa que sé sobre educación comunitaria es el eco de las voces de mis profesoras y amigas, de mis profesores y compañeros de luchas y se refleja en quién soy. El libro es el resultado de una construcción colectiva literaria, narraciones de narraciones, historias que abrieron la posibilidad a otras historias, y que le dieron sentido a la idea de crear desde lo comunitario, junto a la Fundación Red Comunitaria Trans un proceso que nos atravesará el cuerpo, pero sobre todo nos impactará profundamente los sentidos que les damos a nuestra propia existencia, a nuestra voz, y a las formas en las que nos juntamos para resistir a la opresión por ser, sentir y andar nuestros caminos de maneras transgresoras y críticas del sistema binario de género y de los modelos educativos que bajo él se instauran y reproducen. 

Reconocí mi rol como maestra de procesos populares amorosos, solidarios y comprometidos con la idea de defender nuestras identidades de género y prácticas sexo-eróticas sin que esto nos cueste la vida, o al menos procurar el básico derecho a educarnos en lugares comunitarios libres de pedagogías normativas que plantean la educación sin comprender que para enseñar se necesita de cuerpos felices, pues no es viable separar el cuerpo de la mente que aprende para crear otras realidades posibles. Como dijo la maestra Alanís Bello en unas de sus clases: “no se puede transformar el mundo si por dentro estamos rotas”. Por esto le aposté desde el comienzo a pensar en los sentimientos como herramienta para atender esos dolores —míos, nuestros— que sobresalían en cada encuentro de creación literaria con la comunidad. Me propuse a establecer un espacio educativo abrazador, amistoso y reparador.

Entendí que la práctica pedagógica puede ser un poema, una crónica, un cuento y, otras veces, una novela fantástica que me aporte, de principio a fin, una experiencia enriquecedora desde la cual es posible nutrirme como profesora, aliada, activista y defensora de derechos humanos. El viaje de esta experiencia educativa me ha transformado como ser humano y me ha hecho infinitamente más consciente de la potencia y la responsabilidad social y política que implica asumirse maestra de procesos populares y comunitarios.

Cuando pienso en cómo comenzó esta investigación, me preguntó si me eligió o yo la elegí a ella, solo recuerdo que algo se despertó en mí cuando escuché la frase: “Iska, recomiéndame un libro fácil de leer, yo nunca antes he leído uno”. Esto me lo dijo Fantasy, una mujer trans de veintiún años. Esas palabras pasaron a ser una conversación más seria con varias mujeres trans, en la que comprobé la necesidad urgente que tenían de acercarse a la lectura y en general a procesos de escritura. De allí viene todo. Por eso, decididamente elegí abordar como proyecto de tesis un proceso comunitario de creación literaria que fuera capaz de construir narrativas propias desde la comunidad trans en dos sentidos: por un lado, como una forma de resistencia frente al sistemático bajo acceso a educación que tiene esta población, especialmente las mujeres, y por lo mismo su escasa posibilidad de representarse a sí mismas en los productos culturales, es decir, en los relatos sociales, en los lugares comunitarios, en la realidad misma. Por otro lado, desde la posibilidad de entender metodológicamente este resultado en forma de libro, como una herramienta de memoria individual y colectiva de las experiencias de vida trans de las personas que participaron en todas sus etapas de creación (preproducción, producción y posproducción).

Cuando pude atar esas conclusiones, entendí que lo importante aquí, no era solo que pudieran leer un libro, sino que, para empezar, pudieran escribirlo.

La literatura fue una excusa para construir un espacio liberador y empoderante. Puedo decir que existe una fuerza poderosa en narrar el pasado. Hay sanación en la escritura, porque en ese ejercicio de pensar y escribir compartimos nuestros deseos, nuestros miedos, los recorridos, las alegrías y tristezas, nuestras ficciones y grandes hazañas. La literatura es una herramienta que nos puede permitir llegar profundo si estamos en confianza y afecto, porque también se trata, al final, de dar algo de ti al mundo, de compartir tus ideas y de querer entregarlo de una manera entretenida, divertida, en todo caso auténtica. ¡Crear desde lo íntimo es mágico! Y más en lo comunitario, pues resulta ser toda una liberación y una apuesta a la felicidad, a la hermandad y al amor.

Hay pedagogía amorosa y cuidadosa en las acciones que se hacen para facilitar los espacios, para garantizar que sean seguros y cómodos para la comunidad. Diseñar las clases de acuerdo con las necesidades sociales y educativas es respetuoso e invaluable, y saber gestionar lo que sea que necesitemos es fundamental para que el proceso pueda garantizarse. Me parece que lo que menciono debería entenderse como una base si se quiere avanzar en lo pedagógico y en lo popular, detenerse en los detalles, pero también en los relatos sociales, en la historia, en lo que hace posible entender por qué una comunidad golpeada tan fuertemente se levanta cada día a batallar la vida. Ser educadore[1] popular implica pensar una pedagogía íntima, confiable, terca en muchos sentidos, y este caso en particular, la pedagogía tenía que ser trans pedagógica, maricona y puteril, uno de los retos que encontré fue verme de cara al asunto de la gestión como base comunitaria y como asidero de una pedagogía poderosa y transformadora.

Este encuentro literario me confrontó con mi propia existencia; pude descubrirme e identificarme con los relatos y memorias de quienes le apostaron a este espacio de resignificación comunitaria; De entrada, quiero contar que este proceso me cambió y me hizo sentir por primera vez libre de ser, con otres que como yo, también se sintieron liberades en un espacio que aunque tenía otras implicaciones más relacionadas con el aprendizaje se sintió cercano y más fluido en general. Reflexionando más a fondo me pregunto, ¿por qué es tan difícil poder encontrar espacios pedagógicos afectivos, empáticos y amorosos?, ¿no sería esa una manera poderosa de construir aprendizajes, de habitarnos desde lo que somos, seres repletos de emociones y sensibilidades? Vale preguntarse, ¿por qué como maestros ponemos tanta resistencia a la cercanía y de qué manera esto puede impactar la relación de aprendizaje que mantenemos con nuestros estudiantes y pares en procesos comunitarios educativos?

La literatura nos dio una voz conjunta, fuerte, disidente y maricona. El libro Calle flamingo: antología marica es nuestro relato de lo imposible. Podría decirse que es también el mundo que construimos para amplificar nuestra memoria, para despertar nuestras voces silenciadas, y al unísono gritar: Mis narraciones, mis memorias, mis existencias trans, mariconas y travestis importan y aportan a las narrativas sociales, pedagógicas y a las industrias culturales desde nuestras propias miradas del pasado y al eco de él que se proyecta en el futuro. Calle Flamingo es una producción trans desde los conocimientos situados y es además una apuesta educativa política y ética para el mundo de la educación comunitaria. En ella narré el proceso pedagógico, enfatizando en los sentires que pocas veces aparecen reseñados en los textos académicos, de las maneras en las que están configurados los espacios de aprendizaje y por qué es necesario hacer una crítica al sistema binario si queremos como educadores construir un espacio incluyente, justo y equitativo para aquellos que han sido excluidos del sistema educativo por no cumplir con las características hetero-cisgénero que lo soportan. Las prácticas pedagógicas dominantes dentro del sistema educativo me han hecho entender como maestra  la importancia de crear espacios de aprendizaje que desde el afecto eliminen los rasgos de discriminación e injusticia social que actualmente tienen a la población trans entre las menos alfabetizadas y escolarizadas del país. 

Gracias a las alianzas, este proceso le deja a la fundación Red Comunitaria Trans la biblioteca popular y travesti Marta Sánchez, un lugar físico en el que se podrán replicar estos talleres de escrituras narrativas y de poéticas críticas, además de realizar constantemente círculos de lectura y otra serie de “juntanzas” alrededor de la literatura y el arte.

Si quieres encontrar el libro físico, escribe un mensaje al correo electrónico Lec_ylozano435@pedagogica.edu.co o rct.redcomunitariatrans@gmail.com.

Si te interesa saber sobre el proceso pedagógico,  te comparto el enlace del repositorio institucional de la universidad donde se encuentra el documento completo: http://hdl.handle.net/20.500.12209/12910.


[1] Pido de antemano consideración para aquellos lectores que castigan gravísimamente el uso de estos pronombres no binarios, mencionarlos hace parte esencial de mi proceso político como maestra en mi tarea por la inclusión de todas las formas posibles de identidades y narrativas queer no binarias. Defiendo mi identidad como una persona no binaria y sobre todo el derecho a enunciarme desde mi libertad de expresión.