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Buenos días a todos y todas:

En uno de los oráculos, de los muchos que existen, hoy 11 de agosto es el día de Hebat, “diosa de la luz, quien contiene el poder de la creación y la generación”. La mejor referencia para ofrendar la alegría que hoy nos convoca, al graduar a este grupo de estudiantes, líderes y lideresas sociales de la ciudad.

Un sueño que empezamos a andar hace casi tres años, en medio de tensiones, alegrías, desencuentros, conflictos y complicidades. A la convocatoria dirigida para profesionalizar un grupo de líderes y lideresas sociales en los campos de la educación comunitaria y los derechos humanos, se presentaron más de cuatrocientas personas, de las cuales lograron ingresar noventa. De este camino recorrido nos quedan varias experiencias. Una de ellas, el surgimiento del movimiento de los bk2, que asumió una vía para la exigibilidad de la restitución del derecho a la educación, sin que medien las lógicas bancarizadas y normativas neoliberales. A ellos y ellas, mi reconocimiento por su lucha, y mi agradecimiento por la oportunidad de enfrentar las adversidades y aprender a defender lo que representa un proyecto de estas magnitudes.

En medio de lo que significa en este país ingresar a la educación superior, en una universidad pública, nos fuimos reconociendo como comunidad desde la diversidad, de manera que las pretensiones de validez y nuestros propios egos fueron abriendo paso al reconocimiento de la diferencia en todas sus expresiones.

Para algunos y algunas no fue nada fácil aprender a escuchar, a descubrir la mirada de la otra persona, a reconocer la vida que nos rodea o aceptar el abrazo colectivo. Pero fueron justamente el encuentro y el vínculo social desde la cotidianidad los que fueron tejiendo la posibilidad para sanar cada una de nuestras debilidades.

Recreamos también lo que traíamos aprendido de nuestras trayectorias de vida, que es quizás la característica principal de lo que están hechos los líderes y las lideresas de este país: La solidaridad, la amistad, la alegría, el sentimiento, la memoria, las luchas y el compromiso. Por eso nos encontramos también en la dificultad, la tristeza, la indignación y el dolor. Y aquí recordamos a Gregorio Barreto Cristiano, quien, con su sencillez, convicción e incluso terquedad, suscitó más de un debate. Gregorio no logró cumplir el sueño de graduarse, pero luchó por alcanzarlo hasta el último momento. Aún recuerdo sus palabras desde la convalecencia, ocho días antes de su muerte: “Profe, ya me prestaron un computador para seguir trabajando en la tesis”. Vuela tranquilo Gregorio, no tienes nada pendiente; somos nosotros quienes te adeudamos un reconocimiento como comunidad. 

Con el paso de los días, fuimos valorando más los espacios pedagógicos de sanación colectiva, que nos fueron haciendo parte de esta urdimbre que se sigue tejiendo, aún hoy desde la mediación tecnológica. Porque no podemos olvidar la presencia disruptiva de los estudiantes de la profesionalización en Educación Comunitaria, que cada fin de semana llenaron de otros colores la universidad con su presencia.

El debate académico, político y pedagógico con los maestros y las maestras de la universidad posibilitó el disenso, la admiración, la contradicción y el reconocimiento mutuo. Entre Freire, Boaventura, Francesca, la guardia indígena del Cauca, la ancestralidad afro, Zibechi, Segato, la educación popular y los feminismos comunitarios, entre otros y otras, se fortalecieron los discursos y se ampliaron los senderos de enunciación.

Para el equipo de maestros y maestras también fue todo un aprendizaje y reto pedagógico de profundización de nuestros conocimientos, metodologías y valoración de la importancia de posicionar la educación de personas adultas como un ejercicio de restitución de derechos, pero también de construcción de ciudadanías y subjetividades críticas. 

Todos y todas demostraron lo mejor de sí para enfrentar el cierre del proceso, en medio de la pandemia, que hizo visible las desigualdades sociales y las condiciones de precariedad de muchas personas, especialmente de los y las estudiantes. Y a pesar de nuestra poca experiencia con las mediaciones tecnológicas, logramos cumplir con todos los rituales de paso.

Pero detrás de cada una de estas experiencias hay varios equipos de trabajo que igualmente se merecen hoy un agradecimiento. Empiezo por los equipos de trabajo de la Universidad Pedagógica Nacional, de la Facultad de Educación y de la Subdirección de Admisiones, quienes siempre estuvieron prestos a atender las demandas que surgieron al asumir este reto. Mi gratitud a los maestros y las maestras de la Licenciatura en Educación Comunitaria, quienes se hicieron partícipes de diferentes maneras, con el compromiso de renovar esta apuesta colectiva, académica y pedagógica de construirnos como sujetos políticos. Especialmente, a las maestras Johana Huepa y Yennifer Villa, con quienes coordinamos la profesionalización más allá de los procesos académicos, empeñando todo el cariño y la convicción.

A la Dirección de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno, con quienes logramos articular las acciones pertinentes en favor del proceso formativo. Mi especial gratitud a Viviana Montana, que desde sus diferentes roles nos ha acompañado asumiendo esta apuesta como propia. 

Profesor Leonardo Martínez, rector de la Universidad Pedagógica; secretario de Gobierno Luis Ernesto Gómez; Andrés Idárraga, Director de Derechos Humanos; hoy, más que celebrar el cierre de un ciclo, estamos abriendo las puertas para demostrar que es posible fortalecer los diálogos y las acciones entre las instituciones públicas para la implementación de acciones afirmativas en favor de la restitución de derechos, que hoy se convierte en una buena práctica en el campo de los derechos y la educación, en un país donde ser líder o lideresa social es una labor de alto riesgo, que se intenta silenciar con el escabroso ruido de la muerte. Por eso, esta acción es un homenaje a los cientos de líderes y lideresas que han sido asesinados o viven con la zozobra de las amenazas. 

Graduandos y graduandas, hoy el reconocimiento es para ustedes y para sus familias. Esta es una buena manera de compensar las ausencias, las limitaciones económicas y los costos emocionales y políticos que les ha dejado el ejercicio de su liderazgo. Hoy las organizaciones sociales, los procesos comunitarios, los territorios y la ciudad han ganado un grupo de maestros y maestras que transforman la cultura.

Compañeras y compañeros, nos seguiremos encontrando en cualquier rincón de este país, en las aulas, en la calle, con las niñas, niños, jóvenes, adultos y adultas, las y los mayores con quienes conspiramos un amanecer más justo y libre.

Hoy las dificultades persisten y se agudizan, en medio del impacto social, económico y emocional que vivimos. Un grupo de estudiantes de la universidad acampa exigiendo matrícula cero, para continuar ejerciendo su derecho a la educación. Por esta razón, a partir de hoy, como egresados y egresadas de la universidad pública, les asiste y fortalece la responsabilidad ética y política de defenderla.

Solo me resta decirles que no olviden el compromiso inspirado por las compañeras zapatistas: ¡Mantenernos vivos y vivas para seguir luchando!

¡Les quiero mucho, colegas!

Sonia Torres Rincón

Coordinadora de la Profesionalización

11 de agosto del 2020