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Jésica Alvarado-Martínez[1]

Introducción

La firma del Acuerdo Final de Paz (en adelante, AFP), entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Gobierno del expresidente Juan Manuel Santos, trajo consigo esperanza; lo anterior quiere decir que en el 2016, en territorios, regiones, y diferentes ciudades de Colombia, se anhelaban una transformación y un sinfín de cambios estructurales para toda la sociedad en general.

Muchas jóvenes ―entre ellas, yo― nos comprometimos con la idea de ver en Colombia la tan dichosa paz, de la que hablábamos cotidianamente en universidades, barrios, el campo y la ciudad. Es por ello que, luego de la firma del AFP, las relaciones y el contacto con la comunidad de excombatientes se volvieron estrechos.Para el 2017, en el marco de la implementación del AFP se crearon las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) ―que luego pasaron a ser Espacios Territorales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) ―, en donde los miembros de las FARC-EP iniciaron su proceso de reincorporación a la sociedad civil, entendido este como

un proceso de carácter integral y sostenible, excepcional y transitorio, que considerará los intereses de la comunidad de las FARC-EP en proceso de reincorporación, de sus integrantes y sus familias, orientado al fortalecimiento del tejido social en los territorios, a la convivencia y la reconciliación entre quienes los habitan; asimismo, al despliegue y el desarrollo de la actividad productiva y de la democracia local (Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, 2016, p. 58).

La reincorporación se dio en tres dimensiones: lo económico, lo político y lo social. Por un lado, en cuanto al factor económico se crearon las Economías Sociales del Común (ECOMÚN) como una cooperativa nacional, que reune pequeñas organizaciones solidarias e iniciativas que los excombatientes crearon en diferentes regiones y territorios del país.En la reincorporación política se acordó la creación de un partido político integrado por los excombatientes; para ello, en un primer momento, debían hacer parte de un 

proceso de dejación de armas monitoreado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En un segundo momento, en el 2017, se inició la conformación del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y luego Comunes a nivel nacional, que contó con candidatos a diferentes representaciones en el sistema político del país.

En la reincorporación social, se promovieron iniciativas educativas, entre ellas la convalidación de la educación básica y secundaria. Dentro de esta estrategia inicié mi primera experiencia profesional, como docente en el departamento del Meta. Allí, mi labor como profesora y mis espacios de formación estuvieron ligados a las experiencias de adultos que duraron más de diez años combatiendo, dentro de un conflicto armado bastante complejo como el colombiano.

Aparte de ser docente, mi experiencia en este espacio, sumado a otros procesos organizativos de los que hice parte anteriormente, reafirmó mis intereses por las temáticas rurales y la capacidad de las poblaciones para organizarse y promover iniciativas solidarias, sustentadas en el cooperativismo en regiones golpeadas durante décadas por el conflicto armado. 

Recientemente, cursando la maestría en Desarrollo Rural en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), reconocí la importancia de plasmar en lo teórico los análisis de género presentes, sobre todo, en organizaciones altamente politizadas como la extinta guerrilla de las FARC-EP, para dar cuenta de las reflexiones individuales de las mujeres que hacen parte de este espacio, al igual que de sus necesidades, anhelos, intereses y proyecciones en cuanto a la reincorporación.

Es por eso que dentro de este escrito relacionaré algunas categorías o contenidos vistos en el curso de Género y Ruralidades con mi experiencia y el contexto en el que quiero profundizar, en miras de reflexionar frente a las siguientes preguntas: ¿la reincorporación en el marco de la implementación del AFP es homogénea para hombres y mujeres? Dentro de los espacios cooperativistas, ¿cómo participan las mujeres? Trpin (2020), citando a Harding, (1998) se pregunta qué experiencias interseccionadas vivencian las mujeres en los sindicatos y desde qué apuestas metodológicas y epistemológicas accedemos a estos. El análisis muestra una preocupación de buscar herramientas teóricas y metodológicas para permitir lo que ella denomina mirar con otros lentes. En mi caso, también empiezan a emerger preocupaciones por reflexionar no solo con categorías como la reincorporación o la economía solidaria, sino el papel de las mujeres que llevan estos procesos en los diferentes ETCR y experiencias cooperativistas.

Parte I. Sobre las mujeres en las FARC-EP y su reincorporación

En primera medida, quiero hacer mención de una parte del contexto sobre lo que ha sido realmente el papel de la mujer en las FARC-EP. Con el AFP la producción de conocimiento dentro de las ciencias sociales en Colombia ha profundizado en el estudio de este movimiento guerrillero y cómo se vienen pensando las mujeres su proceso de reincorporación.

La mujer en las FARC-EP

Dentro de las filas de las FARC-EP, desde los inicios de la organización (1964), se encontraban mujeres de todas las regiones del país que ingresaron a este movimiento por diferentes motivos e intereses; en la década de los ochenta, la participación de las mujeres se incrementa, a raíz del despliegue del movimiento guerrillero por todo el país, que se acuerda en la octava conferencia[2]

 En su trabajo de grado Ocampo (2020), citando a Ibarra (2007) agrupa cuatro grandes razones por las cuales las mujeres se incorporan a la organización: el primero, por un deseo de cambiar la sociedad desde una perspectiva sociopolítica. El segundo, relacionado con una necesidad de separarse de las autoridades masculinas, como el padre o el esposo, y la tradicionalidad familiar. El tercero es, lastimosamente, el deseo de venganza que ha generado el conflicto armado entre diferentes grupos, materializado en los territorios rurales. Finalmente, la cuarta razón es el porte de armas y un uniforme militar y, con ello, igualarse a los hombres.

Podemos identificar mujeres que vienen de territorios muy apartados del país, de procedencia campesina, como también mujeres que vienen de grandes capitales como Bogotá o Medellín, con niveles educativos diversos, que fueron importantes para el desarrollo de las actividades dentro de la organización. Como lo menciona Ocampo (2020), “las mujeres que se vincularon al proyecto guerrillero de las FARC tienen una condición de origen diverso, es decir, su procedencia, edades y otras características no son homogéneas. Sin embargo, se encuentra un elemento común a la gran mayoría de ellas y es su condición rural” (p. 85). Con ello se recalca además la idea y la posición de origen campesina que caracterizó a esta guerrilla a lo largo de cinco décadas.

Cada mujer que se encontraba dentro de las FARC-EP respondía a una tarea. Se podían ver médicas de guerra, enfermeras, profesoras, explosivistas, comunicadoras, comandantes, entre otras, que desempeñaban funciones asignadas por un comando de frente. Es decir que dentro de la organización las mujeres respondían a múltiples responsabilidades y roles en su militancia, al igual que se podía ver que hay posiciones políticas ocupadas por mujeres en el interior de la guerrilla.En este punto, quiero detenerme un poco: a pesar de que dentro de las FARC-EP, en referencia al papel de la mujer, se ha utilizado y naturalizado la frase “los hombres y mujeres tienen las mismas responsabilidades” por parte de los integrantes, se empiezan a develar, sobre todo para las mujeres “urbanas” y provenientes de la academia que nos acercamos al proceso de reincorporación desde diferentes disciplinas, una serie de análisis y cuestionamientos. En tesis como las de Castrillón (2015 se plantean reflexiones sobre el papel de la mujer, en los cuales se menciona que

las mujeres guerrilleras hacen parte de un proyecto revolucionario que pregona igualdad de clases, pero que no tiene intenciones de cambiar las relaciones asimétricas de poder que las mantienen en posición de subordinación. En este sentido, los roles ocupados por las mujeres sirvieron para establecer y perpetuar una distribución asimétrica del poder, manteniendo a las mujeres en posiciones inferiores. Si bien, las guerrillas como las FARC pregonan igualdad de clases y una idea de revolución que alcance a muchos y muchas, en las relaciones de género no pretenden subvertir la posición de subordinación en las que las mujeres están inmersas en estas estructuras. (p.106)

Se evidencia, en este sentido, que a pesar de las diferentes responsabilidades que desempeñaban, había una división sexual del trabajo que luego de la terminación de la guerra se empezó a vislumbrar. En otras palabras, “cuando las guerras o conflictos armados ‘terminan’ muchas vuelven a sus funciones de madres prolíficas, amas de casa y esposas sometidas sin ni siquiera ser admiradas como heroínas como lo prevé el imaginario masculino, contrario a la mayoría de los hombres” (Ocampo, 2020, p. 106). Aunque debo aclarar que, para el caso de las FARC-EP, hubo pocos casos de mujeres que fueron madres y otros también de guerrilleras que se reconocieron como sujetas políticas con vocería dentro de la organización.

La mujer de las FARC-EP en la reincorporación a la sociedad civil

Llegada la firma del AFP, en los veinticuatro ETCR, se inició la reincorporación de las mujeres y hombres de la organización, en donde empezaron a emerger otros roles que cumplieron los exguerrilleros, pero también se comenzaron a determinar responsabilidades por género. Así mismo, se empezaron a formar familias, de nuevas maternidades y paternidades.

Para el 2017, se empezó a ver en medios de comunicación la nueva etapa de las farianas[3] y su compromiso dentro de la sociedad civil. Se inició la creación del partido político la FARC, como también la de todos los programas de reincorporación económica y social que se estaban implementando en cada uno de los ETCR. Simultáneamente, se leían titulares en la prensa como “Madres de las FARC tendrán guarderías para sus hijos en zonas veredales”, “Baby boom: la ola de embarazos en la guerrilla de las FARC en Colombia”, “Mujeres revolucionarias y machismo en las Zonas Veredales”, entre otras noticias, que visibilizaron la cotidianidad de las mujeres farianasy el nuevo reto de la reincorporación.

Por su parte, el proceso de reincorporación socioeconómico ha presentado diferentes obstáculos para los firmantes del AFP, que recaen, según Cortés et al. (2021), en tres grandes ámbitos: 

  • La responsabilidad del Gobierno colombiano, así como su relacionamiento con la cooperación internacional, para gestionar recursos en cuanto a los procesos de economía solidaria que se vienen adelantando por parte de los firmantes del AFP.
  • Los obstáculos que recaen en las condiciones estructurales del sistema económico de Colombia.
  • Las dificultades relacionadas a las capacidades propias de la población en reincorporación.

Para Cortés et al. (2021), “la cooperación internacional ha ofrecido un escenario a las mujeres para fortalecer sus procesos y capacidades, financiar y desarrollar sus iniciativas y garantizar un acompañamiento” (p. 180). Sin embargo, se debe tener en cuenta lo mencionado en los párrafos anteriores para dar cuenta de que esta situación es diferente para las mujeres que decidieron dejar sus armas y dar el paso a la sociedad, en un país con altas complejidades como lo es Colombia, sin mencionar la situación rural que este atraviesa.

Parte II. Análisis a partir del cuerpo y la participación

A continuación, pretendo realizar un pequeño análisis a partir de las preguntas planteadas en la introducción del escrito. Para ello, propongo en un primer momento pensar en el cuerpo de las mujeres en reincorporación y cómo estas lo habitan; se recurre a Cruz (2016), para luego reflexionar sobre la participación de las mujeres dentro de los espacios cooperativistas a la luz de Trpin (2020) y Stolen (2004).

El cuerpo de las mujeres luego de las FARC-EP

Las mujeres que hicieron parte de una guerrilla altamente jerarquizada y politizada pasa por pensarse desde la transformación de su cuerpo, es decir, reflexionar sobre los cambios que han pasado. Cómo ocupan las mujeres los espacios de reincorporación es una de las preguntas que va emergiendo a raíz de varios procesos en mi labor profesional y política.

Para Cruz (2016), “el cuerpo está asignado no solo por las determinaciones físicas del contexto geográfico, sino por las construcciones culturales que subyacen a la idea del espacio, lugar, territorio comunidad y contexto” (p. 6). Para nuestro caso, el cuerpo pasa por las múltiples ocupaciones que desempeñan las mujeres en las cooperativas, pero también por lo que menciona la misma autora: “se requiere de no solo un análisis desde el género, sino la clase, la etnia, la edad y la raza que impone el imaginario colectivo” (p. 6). 

Con esto empezamos a vislumbrar algunos elementos para responder a la pregunta sobre si la reincorporación en el marco de la implementación del AFP fue homogénea para hombres y mujeres. Para ello, se tienen en cuenta las historias de vida de cada mujer, sus motivos para seguir en el proceso de reincorporación[4], las nuevas labores que surgieron y sus reflexiones al respecto.Claro, desde las FARC-EP se empezaron a visibilizar los motivos o diferentes procesos y tensiones del papel de la mujer dentro de la guerrilla, al igual que se presentaron liderazgos femeninos. Sin embargo, es en el proceso de reincorporación cuando las mujeres comenzaron a cuestionarse, por ejemplo, sobre lo que dice Rubin (1975) en el texto Género, raza, sexualidad debates contemporáneos de Ochy Curiel (s. f.), frente al sistema sexo-género y la particularidad del sexo:

[El sexo] El sistema sexo-género es moldeado por intervención social, por tanto la subordinación de las mujeres es producto de las relaciones que organizan y producen la sexualidad y el género, por lo que hay que situar el origen de la opresión de las mujeres en lo social, no en la biología. (p. 8)

Es decir, las mujeres empezaron a preguntarse con los procesos de formación de género el papel de ellas dentro de la organización, los nuevos roles que comenzaron a asumir en los primeros años de reincorporación y sus nuevos compromisos en este nuevo momento de transformación. La responsabilidad que recae en la reincorporación además es vista por una sociedad colombiana que, por su contexto político e histórico, ha desconfiado de los diferentes tratados de paz que se han dado en el país.

Para las miradas ecofeministas planteadas desde el Sur, el cuerpo-territorio piensa lo comunitario como forma de vida (Cruz, 2016, p. 9), es decir, con la conformación de las cooperativas en el caso de la antigua las FARC-EP.  Las mujeres han empezado a crear liderazgos e iniciativas propuestas para el fortalecimiento del tejido social, desde la solidaridad, para seguir avanzando en el proceso de reincorporación; esto ha causado también el relacionamiento con la comunidad aledaña en diferentes territorios, que han visibilizado las problemáticas que se dan en la ruralidad colombiana.

Se podría decir que según este análisis empiezan a emerger otro tipo de reflexiones, en las que “el cuerpo visto como territorio es en sí mismo un espacio, un territorio-lugar, que ocupa, además, un espacio en el mundo y puede vivenciar todas las emociones, sensaciones y reacciones físicas, para encontrar en él un lugar de resistencia y resignificación” (Cruz, 2016, p. 8). Este análisis puede partir desde una mirada decolonial, “para mirar la relación entre cuerpos femeninos y territorios con mujeres porque es un lugar de enunciación política fundamental para repensar los territorios” (Cruz, 2016, p. 8).

Es decir, no solo vemos a una colectividad de mujeres que se reconfigura para dar cara al proceso de reincorporación, sino que se empieza a preocupar por la habitabilidad de los territorios que ocupa, a partir de esa enunciación política dada por su formación en la guerrilla.

El cuerpo de las mujeres en proceso de reincorporación se debe pensar en tres momentos:

  1. Antes de ingresar a las FARC-EP: la gran mayoría de jóvenes que venían de la ruralidad con una vocación agraria, sustentada sobre todo en una economía familiar, y de dinámicas sociales ligadas a la familia biparentales con responsabilidades de género demarcadas.
  2. Durante la guerrilla de las FARC-EP: cuando desempeñaban múltiples roles, algunos muy ligados al cuidado (enfermeras, profesoras), pero también ligados a las dinámicas del conflicto armado (explosivitas, radistas, comandantes).
  3. Luego de la guerrilla de las FARC-EP: cuando empezaron a asumir responsabilidades en el ámbito de lo privado (consolidación de familias, crianza de hijes) y público, así como dentro de las cooperativas.

El cuerpo de las mujeres no solo se piensa por su movilidad y relación con el territorio, sino que pasa por una construcción de valores y una identidad propia, basada sobre el ideario de las FARC-EP, que va a ser valioso para pensar en su reincorporación socioeconómica.

Londoño (2005, citada en Ocampo, 2020) menciona que “el cuerpo femenino, el lenguaje y la palabra de las mujeres son los ejes a partir de los cuales explica la identidad de género de las combatientes. Esas prácticas guerreras, dirigidas a moldear y reconfigurar el cuerpo, a tallarlo para la guerra, dejan una impronta que lleva a las combatientes a redefinir su relación con él y, en consecuencia, a modificar su imagen de sí mismas y a recomponer sus identidades” (p. 68). 

En la actualidad, el cuerpo femenino se configura con la triada cuerpo-territorio-reincorporación, en la que podemos ver la transformación del proceso de estas mujeres, que además comparten una identidad construida desde lo político, lo colectivo y lo comunitario. Con el asentamiento en los ETCR, esa generación de nuevos sentires, emociones y reacciones físicas se ligan a un territorio en particular, pero también a nuevas experiencias y retos para las mujeres.

Entonces, ¿la reincorporación en el marco de la implementación del AFP fue homogénea para hombres y mujeres? Se puede decir que no, justamente porque el proceso de las mujeres ha traído consigo reflexiones tanto individuales como colectivas que se cuestionan sobre el sistema sexo-género y la carga que trae esto en la cotidianidad. Vemos, por ejemplo, mujeres en reincorporación, madres, cuidadoras y lideresas de sus ETCR que dan cuenta de los retos que traen consigo estas responsabilidades. 

Como defensora del AFP, docente y fiel creyente de la paz, resulta complejo; pasa por mi cuerpo pensar en las diferentes situaciones que viven las mujeres en proceso de reincorporación, los retos que han asumido, las violencias estructurales, culturales, y de género que llegan a pasar por decidir haber dejado las armas y los nuevos retos que esto les ha traído en sus historias de vida.

Participación de las mujeres en las cooperativas

En relación con la reincorporación socioeconómica y la participación de las mujeres, Cardona (2019) menciona lo siguiente:

Para las mujeres excombatientes la implementación de la economía solidaria y feminista no es nueva; ha sido nuestra práctica, lo hemos hecho de manera participativa y como forma de sustento de cada una de nosotras. Somos de origen campesino y hemos visto cómo las mujeres hemos dinamizado gran parte de la economía del país, no solo con el trabajo en el campo, haciendo frente al cultivo de la tierra, sino también con los otros trabajos que desempeñamos las mujeres en los hogares en condiciones de dobles jornadas laborales o con salarios irrisorios. (pág. 8)

Según Stolen (2004), “los sistemas de género son desafiados por los cambios económicos. Tales cambios, sin embargo, varían de acuerdo con prerrequisitos socioculturales. No existe, por ejemplo, una relación predecible entre un cierto grado y tipo de integración al mercado y la división sexual del trabajo […]; los sistemas de género pueden ser adaptados o recreados más que transfórmalos” (p. 32). Lo anterior permite dar cuenta de esos cambios económicos o, más bien, de la relación con lo afirmado por Ecomun, frente a la implementación de la economía solidaria[5]. Este planteamiento muestra que hay determinadas variables para entender que, a pesar de ese relato de las mujeres en medio de la experiencia cooperativista, aún hay una diversidad de reflexiones y análisis sobre los retos de la economía solidaria en el contexto colombiano y cómo este se relaciona con la participación de las mujeres en dichos procesos desde los espacios de la cotidianidad en los que ellas hacen parte de estas formas de asociatividad.

Pensar en los espacios de economía solidaria donde confluyen tanto mujeres y hombres que hacen parte de las organizaciones sin ánimo de lucro conocidas como cooperativas implica identificar el “poder de las relaciones de género” (Stolen, 2004, p. 34), que además tienen como antecedente la guerrilla de las FARC-EP. Esto, debido a los procesos de jerarquización que antecedieron a la reincorporación, en los que el imaginario y la construcción de relaciones sociales quedan mediados por el “mando” que ejercían unos sobre otros, bajo una estructura militar. Esa construcción de la identidad fariana los imaginarios consensuados por esta comunidad generaron que en los ETCR estas dinámicas de jerarquización se mantuvieran. 

Comúnmente, quienes fueron comandantes pasaron a ser las caras visibles y voceros de las cooperativas, mostrando una cohesión entre los integrantes de estas, lo que hace pensar, como menciona igualmente Stolen (2004), que hay una dominación masculina preservada por las figuras de liderazgo, heredas de la guerrilla, y que de alguna manera están consensuadas por los integrantes de las cooperativas. En este contexto, se empiezan a visibilizar las prácticas y procesos de participación que han venido desarrollando las mujeres en estos espacios. En el documental de Julián Cortés (2021), Tejiendo autonomías[6]se muestra la creación de un comité de género en el ETCR San José de León, que me hace pensar en esa preocupación de Trpin (2020) por la modalidad de incorporación de mujeres en secretarias específicamente para ellas, que “equivale a una promesa de equidad vacía de contenido y que implicaría alejar aún más a las mujeres de los centros de poder en las estructuras sindicales” (citando a Carrario, 2006, p. 116)

Fanny Castañeda, entrevistada por Cardona (2019), señala:

La apuesta de [las] FARC y Ecomun es que las mujeres participemos más; contamos con dos compañeras en los territorios para el enfoque de género, y yo como vicepresidenta acompaño muy de cerca la participación de las compañeras en la Cooperativa. La participación en igualdad de condiciones es necesario [sic] para cambiar la posición colectiva de desigualdad en donde hemos estado históricamente las mujeres.

Los comités de género, aunque se podría pensar como un organismo lejos de las otras necesidades por las que pasa la reincorporación, han tenido avances significativos en la promoción de espacios de participación, por ejemplo, el desarrollo de capacidades para las mujeres del ETCR San José de León en cuanto a la expresión de sus ideas, pensamientos y reflexiones, para proponer alternativas en el ejercicio de la toma de decisiones. 

Para mí este es un avance significativo, ya que dentro de las FARC-EP las personas que nunca ejercieron un cargo de liderazgo seguían las orientaciones de su líder, sin cuestionarlas. Ahora, en el proceso de reincorporación, se hace necesaria la construcción de espacios mucho más amplios de participación, por lo que se requiere escuchar y expresar desde la individualidad para llegar a consensos.

Hacer que las mujeres puedan no solo reflexionar sobre el género, sino también que puedan expresar sus reflexiones es bastante significativo y se destaca como un punto para hablar de la participación. En el desarrollo del documental, se muestra también cómo se decidió de manera colectiva que las mujeres asumieran responsabilidades del hogar, que relacionadas con el cuidado de niños, la cocina y el aseo.

Lo anterior se relaciona con lo que señala Trpin (2020) frente a la trasmisión y el reforzamiento de valores que son reproductivos, a través de diferentes prácticas por las propias mujeres (p.121), lo que puede ser visto como el reforzamiento de los estereotipos y los roles sexuales: una réplica de esquemas binarios y naturalizados de diferenciación de género (p. 124). 

En el documental se recalca esa doble jornada laboral que las mujeres del ETCR San José de León, que comienza con el trabajo agrícola junto a los compañeros varones y sigue con las tareas del hogar; es por eso que las mujeres justifican la decisión consensuada en un espacio asambleario que ellas asuman únicamente responsabilidades del cuidado y el hogar.Esto lo podríamos también analizar según la categoría de trabajo que propone Stolen (2004):

Comprende la organización del trabajo doméstico y el cuidado de los niños; la división entre trabajo remunerado y el que no lo es; la segregación de los mercados de trabajo y la creación de trabajos para hombres y trabajos para mujeres; la discriminación en la educación; el entrenamiento y promoción; salarios no equitativos. (p. 40)

Aunque fue una decisión tomada de manera colectiva en lo asambleario y consensuada por las mujeres, se puede pensar en esas relaciones asimétricas que emergen tras esta decisión y que se reflejan sobre todo en la esfera de lo privado, en cuanto a temas como la economía desigual en las relaciones de pareja y la representatividad de la figura del varón en el hogar. En la esfera de lo público, se podría profundizar en esa hegemonía y dominación masculina, que se relaciona con el poder y la autoridad.

Nuevamente Stolen (2004) hace uso de esta relación de poder y autoridad para analizar las relaciones sociales que se dan dentro de los ETCR, a raíz de decisiones como las mencionadas anteriormente; según la autora, el poder y la autoridad:

Comprende[n] las jerarquías domésticas y el control: las jerarquías del Estado y la Iglesia; el dominio institucional e interpersonal. Realizar una distinción entre estas áreas sociales no implica que estén separadas; de hecho, se interrelacionan permanentemente. El hecho de que las mujeres, por lo general, se les asigna el trabajo doméstico y el cuidado de los niños no les permite ascender en las jerarquías del Estado o el mundo de los negocios y, en consecuencia, ocupar posiciones de poder. (p. 40).

Lo curioso de este caso particular del ETCR San José de León es que son las mujeres quienes proponen asumir las tareas domésticas y dejar que los varones sean quienes realicen actividades relacionadas con las prácticas agrarias. Esto implica, entonces, que son los varones en su gran mayoría quienes de alguna manera están promoviendo e impulsando la reincorporación socioeconómica desde los diferentes eslabones que implica esta experiencia de economía solidaria.

Aunque el comité de género del ETCR San José de León promueve los espacios dedicados a la formación en cuanto al género, aún se puede develar que hay dinámicas marcadas por el poder y la autoridad que se centran en los roles asignados por el sistema sexo-género. 

En cuanto a la pregunta dentro de los espacios cooperativistas, ¿cómo participan las mujeres?, como se vio anteriormente, es posible decir que la participación, aunque se da en casos como el ETCR San José de León, aún hay que revisar los niveles que ocupan las mujeres dentro de este y cómo el poder y la autoridad, mediados por la representatividad de hombres, aún está muy demarcados justamente por el legado que dejaron las dinámicas en las FARC-EP en cuanto a liderazgos y toma de decisiones.Esto no quiere decir que esta situación en los demás ETCR a nivel nacional sea la generalidad: como lo mencioné anteriormente, en casos como del oriente colombiano han sido las mujeres quienes se han destacado como lideresas para el proceso de reincorporación. Es admirable justamente cómo estas mujeres madres, cuidadoras y lideresas, que han pasado por diversas situaciones, son quienes están a cargo de encarar los retos que trae este proceso.

Conclusiones

El trabajo escrito se centró en dos preguntas claves para dialogar con las propuestas planteadas por las autoras en el curso de Género y Ruralidades. Frente a la pregunta ¿la reincorporación en el marco de la implementación del AFP fue homogénea para hombres y mujeres? se partió del cuerpo-territorio y el cuerpo como territorio para permitir conectar distintos tipos de violencia, patriarcal, colonial y extractivista. La defensa de los cuerpos y territorios abre el espacio colectivo de la sanación, en la búsqueda por romper con el paradigma colonial y patriarcal (Svampa, 2021, p. 17), para responder que la reincorporación es un proceso diferente para hombres y mujeres.

Para la segunda pregunta dentro de los espacios cooperativistas, ¿cómo participan las mujeres? se retoma a Trpin (2020) y Stolen (2004) para visibilizar y discutir el tipo de participación por el que pasan las mujeres en proceso de reincorporación.


[1] Licenciada en Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos, especialista en Gerencia Social y estudiante de la maestría en Desarrollo Rural. Docente para la especialización en Paz y Desarrollo Territorial.

[2] Las conferencias dentro de las FARC-EP fueron espacios asamblearios de

[3] Fariana: proviene de la palabra FARC y se relaciona con esta en cuanto a su identidad o construcción de valores.

[4] No todas las personas que pertenecieron a las FARC-EP ahora están en proceso de reincorporación, pues varios de ellos decidieron no acogerse al AFP; a estos se les conoce actualmente como disidencias y siguen siendo un actor latente dentro del conflicto armado en Colombia. 

[5] No toco el tema feminista dentro de las FARC-EP porque considero que es un análisis que han develado otras autoras y porque debe seguirse reflexionando a la luz de la noción de estructura social que toma Stolen. Realmente, aun para mí, es complejo responder si realmente las FARC-EP fue feminista. 

[6] Tejiendo autonomía es un documental que muestra la experiencia de reincorporación en una de las zonas de Colombia: https://www.youtube.com/watch?v=zGx8w85L5iY

Bibliografía

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Cardona, A. (2019). Ecomun: economías para la paz. Mujeres Confiar; Confiar Cooperativas. https://bit.ly/4125ePP

Castrillón, G. (2015). ¿Víctimas o victimarias? El rol de las mujeres en las FARC. Una aproximación desde la teoría de género.  Revista Opera, 16, 77-95. DOI: https://bit.ly/412L0pe

Cruz Hernández, D. (2016). Una mirada muy otra a los territorios-cuerpos femeninos. SOLAR, Revista de Filosofía Iberoamericana, Año12, Vol. 12-1. https://bit.ly/3Gq7qYa

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Cortés, J. (2021). Tejiendo autonomías [documental]. Pluriverso Producciones Audiovisuales. https://www.youtube.com/watch?v=zGx8w85L5iY

Cortes, Lote, Contreras, Londoño y Rodríguez (2021) Respuesta a la perfidia: obstáculos y reacciones desde abajo en la reincorporación de las FARC-EP. En el libro paz en crisis. Nociones de acuerdo e implementación. https://bit.ly/3GoAQ8N

Ibarra; M. (2007) Guerrilleras y activistas por la paz en Colombia: incursión política y rupturas identitarias. Tesis Doctoral Universidad Complutense de Madrid. Artículo publicado en revista Pensamiento Psicológico, Vol. 4, N°11, 2008, pp. 65-84. Pontificia Universidad Javeriana Cali. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3091190

Ocampo, L. (2020).  Estado de la cuestión: participación de mujeres en la guerrilla FARC-EP [tesis de maestría en sociología para la Universidad Nacional de Colombia]. Recuperado de: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/79700

Svampa, M. (2021). Feminismos ecoterritoriales en América Latina. Entre la violencia patriarcal y extractivista y la i nterconexión con la naturaleza. Documentos de trabajo (Fundación Carolina): Segunda época, (59). https://www.fundacioncarolina.es/wp-content/uploads/2021/11/DT_FC_59.pdf

Stolen, K. A. (2004). De estudios campesinos a estudios de género. En La decencia de la desigualdad. Género y poder en el campo argentino. Buenos Aires: Editorial Antropofagia, 19-44.Trpin, V. (2020). Mujeres rurales y sindicalismo en el norte de la Patagonia, Argentina. En Rodríguez Lezica, L. et al (Coords.). Asalariadas rurales en América Latina. Abordajes teórico-metodológicos y estudios empíricos. Montevideo: Universidad de la República, 108-127. https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/146572