Editorial
Los años sesenta y setenta del siglo pasado en América Latina, así como en el resto del mundo, fueron momentos de grandes transformaciones. Antes de haber llegado a la mitad del siglo xx nuestras sociedades habían visto y escuchado —gracias a la radio, la fotografía, el cine y la televisión— la barbarie de la que éramos capaces los seres humanos. En ese momento, después de haber vivido dos guerras mundiales que acabaron con la vida de más de noventa millones de personas y de observar cómo la gente moría de hambre en diferentes lugares de lo que llamaban el tercer mundo, el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, pronunció un discurso por televisión en el que anunciaba que su país había logrado un “nuevo y revolucionario incremento en la capacidad de destrucción”. Habían creado y acabado de lanzar sobre Japón dos bombas atómicas que en un segundo acabarían con la vida de más de ochenta mil personas. Según Truman, ese había sido el mayor avance científico hasta el momento.
En un mundo que se nos caía a pedazos, la ciencia trabajaba para la muerte, o simplemente miraba hacia otro lado, como lo demostraba el otro gran avance del momento: el desarrollo de una nave de millones de dólares para llevar a un astronauta a clavar una bandera en la luna, en una competencia por demostrar cuál de las potencias mundiales era capaz de salir al espacio antes que las demás. Conocer el espacio es una meta maravillosa para las sociedades humanas, pero que las ciencias se dedicaran a gastar sus recursos y esfuerzos en llegar a la luna cuando las sociedades pedían a gritos soluciones para el hambre, la enfermedad y la violencia desbordada, debería llevarnos a preguntarnos acerca de las prioridades y sentidos en la construcción de conocimiento.
Esa pregunta se la hicieron varios hombres y mujeres en esa que José Martí llamó Nuestra América y, de esa manera, se fueron dando grandes transformaciones en diferentes campos del saber y la acción como la educación, la psicología, la comunicación, el cine, la teología, la investigación, la filosofía, la literatura, el teatro y la música. En cada uno de estos campos comenzó a circular la pregunta sobre cómo aportar desde sus saberes y experiencias a la construcción de un mundo donde todos pudiéramos vivir con dignidad. Nacieron la educación popular, la investigación-acción participativa, el teatro del oprimido, la comunicación popular, la filosofía de la liberación, el tercer cine, la psicología de la liberación y otra serie de corrientes que proponían orientar sus esfuerzos y reflexiones hacia la liberación de los seres humanos y sus sociedades en diferentes niveles y desde distintas perspectivas.
Ese momento de crisis caracterizado, entre otras, por altísimos niveles de empobrecimiento, desigualdad, represión y exclusión política, infortunadamente aún no ha sido superado y se ha visto agravado además por problemáticas ambientales que tienen a la humanidad al borde de una catástrofe sin precedentes. Esto nos habla de la vigencia de cada una de estas corrientes para la liberación, a la vez que nos urge a escuchar los gritos con los que nuestro contexto nos demanda transformaciones en nuestra manera de hacer las cosas. En Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador —por mencionar solo algunos casos recientes—, se ha visto a la gente salir cansada a la calle a exigir otros mundos posibles, a decir que ya no más, que necesitamos otros caminos, que la vida necesita abrirse paso.
Esos son los gritos que les traemos en esta edición de nuestra revista Polifonías de la Educación Popular y Comunitaria: una serie de expresiones de ese que en Colombia han llamado el estallido social.
Leamos, escuchemos y reflexionemos sobre lo que dicen estas voces para aportar desde nuestro campo a construir, en palabras de Gabriel García Márquez (1982) “Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Referencia García Márquez, G. (1982). Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura. La Soledad de América Latina. https://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/audios/gm_nobel.htm