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Construcción colectiva, grupo de Práctica

Nuestra escuela y nuestro sistema de educación formal serán pensados como un proceso cultural más de fondo que de forma, en el cual la ciencia esté unida a la democracia, al contexto, al sujeto y a las posibilidades de las cuales la escuela dota, haciendo que sean una realidad para todos. Allí también la educación popular tiene una palabra qué decir y es que nuevamente le devuelve a la escuela la utopía por la democracia política, económica, social; por el pluralismo y la tolerancia, en últimas por construir una sociedad de justicia plena.

Marco Raúl Mejía

El Colegio Rural Mochuelo Alto está ubicado en la zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar de Bogotá, kilómetro 24, en la vía al corregimiento de Pasquilla, a una altura de páramo de 3005 m s. n. m.  Fue fundado en 1942. Con 12 cursos de Básica Primaria y un aula de Aceleración para niños grandes que estuvieron desvinculados de la escuela, matricula anualmente a 350 y cuenta con 21 docentes para atender una única jornada de 8 horas diarias, cuyos énfasis a partir del año 2018 son el arte y la agricultura. El equipo docente en su mayoría es nuevo, sin embargo, los docentes antiguos venimos avanzando desde el último año en la revisión y reescritura del proyecto educativo, que ha adoptado la educación popular como modelo pedagógico institucional, reflexión que surge de nuestra comprensión de contexto, las prácticas pedagógicas y muchas jornadas de debate pedagógico.

Las familias de nuestros estudiantes se concentran mayoritariamente en los barrios periféricos Barranquitos, Lagunitas, Paticos, Casa de Teja, Divino Niño, Acapulco, San Joaquín, Casa de Teja, El Rincón y un 20 % en diferentes sectores de la vereda. El 42 % de los niños viven con papá y mamá, el 32 % solo con su madre y el porcentaje restante con miembros de su familia extensa. En el 51 % de las familias solo un integrante genera ingresos, el 70 % de los integrantes de las familias carecen de afiliación a seguridad social y el 32 % de las familias viven en hacinamiento crítico. El 53,8 % de padres y madres solo estudió la Básica Primaria, un 18 % de padres y madres no fue a la escuela, y sus oficios en un 80 % se relacionan con construcción, vigilancia privada, oficios varios, reciclaje, tareas como operarios en fábricas y agricultura. Un 50 % de las familias habitan en casas y apartamentos arrendados.

Únicamente el 10,2 % de las familias manifiestan tener una alimentación sana rica en fibra y proteína. El 10,2 % dice que solo consume carbohidratos, y se ha observado en diferentes ocasiones que un 30 % de los estudiantes asisten al colegio sin desayunar. El 39 % de los niños están en riesgo de bajo peso, según informe del equipo Sisvan (Secretaría de Salud) basado en la toma de talla y peso realizada en julio del 2017. El 25 % de los estudiantes poseen necesidades educativas especiales y solo 40 % de ellos presenta diagnóstico de coeficiente intelectual; esta condición está directamente relacionada con la mala nutrición, la proximidad al botadero de basura Doña Juana y la falta de estimulación en la primera infancia. Los padres de familia no frecuentan nuestro colegio por múltiples razones, entre ellas por la distancia geográfica; en su mayoría solo asisten para recoger informes académicos, situación que sumada a la falta de organización veredal y barrial evidencia una comunidad ajena a la solución de sus problemáticas.

Cabe anotar que el colegio funciona en la zona de influencia directa del Relleno Sanitario Doña Juana (cuyo funcionamiento inicia en 1988) a escasos 289 m de distancia de la frontera del mismo que recibe aproximadamente 6200 toneladas de basura diaria y tiene una extensión de 586 hectáreas, de las cuales solo 10 tienen capacidad de almacenamiento en la actualidad. Desde el 2006 no se adelantan estudios técnicos sobre su efecto nocivo en la salud de los habitantes, y la administración actual no acepta que es fuente de enfermedades; sin embargo, las diferentes manifestaciones de auxilio y denuncia de las comunidades aledañas demuestran lo contrario. En este sentido, docentes y estudiantes hemos padecido diferentes enfermedades asociadas a los sistemas respiratorio y digestivo, que han causado innumerables incapacidades, traslados por enfermedad y retiro de estudiantes.

Nuestros estudiantes y sus familias

Revivamos algunas pequeñas historias familiares encontradas en visitas a las casas de nuestros niños; situaciones que hablan por sí solas de un país y una sociedad en crisis, en las que los pequeños son quienes sufren las consecuencias más drásticas. Por lealtad y amistad con las familias hemos cambiado los nombres de los protagonistas.

Diego y su hermana, de ocho y diez años respectivamente, tienen diagnóstico de bipolaridad, son hijos de habitantes de la calle y actualmente viven con su abuela, que se sustenta de una pequeña tienda. Llegaron a Mochuelo Bajo desplazados de la pobreza de Villavicencio y han sido expulsados de varias instituciones educativas por su conducta agresiva; en nuestro colegio fueron matriculados hace un año y continuamos generando alternativas para que descubran sus talentos y habilidades para la vida.

Milton, Darío, Mario y Sara de 11, 9, 7 y 5 años, hermanos que viven en el barrio Acapulco, en algún momento fueron favorecidos por el programa Un Techo Para Mi País, que les construyó una pequeña casa en madera. A los niños les gusta ir al colegio, pero no entrar al salón y a menudo se escapan de clases. En una ocasión, Mario se resistió con mordiscos y golpes a los profesores que le insistían en que tenía que subirse a la ruta para volver a su casa. La joven madre, que tiene diferentes problemas de salud y pasa días hospitalizada, dice que se salen de la casa por encima del tejado y que una vez vendieron los enseres de la casa en chatarrerías para comprar alimentos… son muy solidarios entre sí.

Diana, Carolina, Lucho y Mabel, hermanos de 13, 10, 7 y 5 años, viven en un rancho (casa de lata y madera) del barrio Divino Niño, donde un arriendo vale $100 000 y no se tiene servicio público de acueducto ni alcantarillado; los caminos parecen más rodaderos que andenes y un parque improvisado con llantas y tablas refleja la pobreza del lugar. Sus padres están de nuevo embarazados y trabajan reciclando bolsas plásticas que les generan ingresos semanales de $180 000; los cuatro hermanitos son buenos estudiantes, igual que su hermano mayor, y todos los días le piden a la profe que les deje repetir almuerzo.

Vanesa y Leidy, de 10 y 8 años, viven solo con su mamá, que fue expulsada del hogar materno luego de su separación de un hombre que frecuentemente la golpeaba. La Flaca, como le dicen a la mamá, trabaja todo el día haciendo muebles. Las niñas se ríen muy poco, sobre todo Leidy, que se distrae todo el tiempo y no le gusta jugar con los demás niños del salón.

Judy, de 13 años, vive con sus hermanos mayores y está en el programa de aceleración Volver a la Escuela. Entró a nuestro colegio luego de dos años de desescolarización; le gusta el rap, los tatuajes, cuidar niños y los cuentos. Se alejó de su madre porque estaba en riesgo de abuso por parte de su padrastro y defiende a sus amigas con bastante agresividad.

Jorge y Carlos, de 9 y 8 años, son primos. Sus padres estuvieron durante la adolescencia en Idiprón (centro de educación para adolescentes consumidores, en su mayoría expulsados de casa) y solo uno logró rehabilitarse de la drogadicción y salir de la calle. Los niños son excelentes futbolistas, han robado dinero y útiles en el colegio, juegan a las pandillas y cuando están muy enojados se agreden con la punta de los lápices (puntazos); la mayor parte del tiempo están con sus abuelos.

Maira, de 11 años, es una niña radiante, entradora y estudiosa. Es hija de un vendedor de dulces en el transporte público, que fue mutilado por una mina antipersonal y no recibió ninguna indemnización del Estado. Sus padres, que también sostienen dos hijos mayores, no han tenido dinero para pagarle un tratamiento ocular de astigmatismo e hipermetropía crónicos.

Arnold, de 9 años, es hijo de una madre muy joven que estuvo internada toda su adolescencia en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Su expareja era un hombre mayor que vivía de la ilegalidad y la amenazaba. Ahora, la joven madre es comerciante independiente, líder en su comunidad y en nuestro colegio.

Federico, de 8 años, es malabarista hiperactivo. John, de 11 años, es bailarín y epiléptico, aunque una docente llegó a pensar que tenía posesión de espíritus maléficos. Ambos tienen desnutrición avanzada, han pasado hambre, frío, abandono y mucho tiempo en la calle como sus hermanos mayores, mientras su madre trabaja; a veces los cuida su abuela y sufren cuando no van al colegio.

Chepe es un pequeño de 7 años que cursa grado tercero. Vive con su padre y sus dos hermanos en el barrio Mochuelo Bajo; le gusta dibujar, hacer pistolas de papel, mandar a los niños del curso y recoger la basura. Repite con frecuencia y a media lengua “yo no tengo mamá porque nos dejó abandonados”.

Pedro fue nuestro personero estudiantil. Es un niño de 14 años, aunque se cree un señor. Tiene manos muy grandes y fuertes; es reciclador desde los seis años, y tres días a la semana trabaja con sus padres en la noche recorriendo barrios del norte, por eso se dormía en las clases y había perdido algunos años. Ahora es dueño de su propio negocio de reciclaje, que cuenta con tres carretas grandes (“zorras”).  Ingresó a grado sexto y por un proyecto de la Fundación Santa Alianza pudo conocer el mar.

Freddy, de 11 años, es un niño campesino de la vereda Mochuelo Alto, de porte delgado, avispado (atento), diligente, organizado y gran estudiante. Fue promovido al curso siguiente por su dedicación y desempeño. Nadie como él manejando herramientas de agricultura. Él y su familia son trabajadores de una finca de más de cien hectáreas, donde también viven. No tienen tierra propia y desde que él recuerda sus padres han trabajado para hacendados.

Las anteriores son algunas de las muchas historias de los 350 niños de nuestro Colegio Rural Mochuelo Alto. Historias que nos mueven el alma cada día y nos desafían a ser educadores de esperanza para la vida de estos pequeños, vidas que no pueden contarse ni sentirse en caracterizaciones y georreferenciaciones de informes institucionales.

Sabemos que nuestros niños pasan dificultades en su casa. Muchos de ellos no tienen un hogar para educarse en la ternura y la dignidad por las diversas condiciones de pobreza de sus padres, por eso queremos que en nuestro colegio vivan experiencias de alegría, de asombro frente al conocimiento, que reconozcan la fuerza de la comunidad y que puedan relacionarse con un mundo adulto respetuoso desde su espontaneidad de ser niños.

Principios éticos

El docente persigue la coherencia para encarnar en sí mimo un sujeto con memoria enraizado en la historia para ser transformador de su realidad. Con sus hechos y palabras propone el cuidado del otro, particularmente el cuidado afectuoso de los niños en condición (no determinación) de empobrecimiento. Su propuesta pedagógica hace que los intereses de la colectividad prevalezcan sobre los individuales, ya que defiende los intereses de la comunidad y los proyecta hacia objetivos de organización y promoción de sus derechos. Su realización está ligada a la emancipación del estudiante en su territorio y comprende la educación como una experiencia sociohistórica de permanente transformación personal; por eso reflexiona y escribe sobre su crecimiento en el aula y en la vida.  El fin último del docente es creer en la utopía con la esperanza de una sociedad justa, hermanada y digna para todos. Implica sentir, celebrar, anunciar y defender el amor y la vida como horizonte pedagógico.

Principios políticos

Propone develar y transformar la cultura de la dominación depredadora que está presente en las relaciones de poder de la sociedad pública y privada (familia, escuela, empresa, iglesia, entre otras) para reconstruir una nueva sociedad a través de la vivencia de una cultura de la emancipación y el arraigo por el territorio, donde el empoderamiento individual desemboca en el poder colectivo. Aquí tenemos el reto de superar la relación de poder tradicional, donde se enseña y se aprende a mandar y obedecer, con el fin de aprender juntos a pensar en el territorio para luego decidir. El docente está informado de la situación política tanto global como local y busca estrategias para que sus estudiantes se reconozcan como sujetos históricos habitantes del planeta; solo así los sujetos de la educación serán sujetos transformadores de este mundo, que necesita ser otro mundo posible.

Principios eco-pedagógicos

Reconocer al otro en sus debilidades y posibilidades, a partir del conocimiento de su realidad para motivarlo y desafiarlo a participar, a superar sus miedos y a recuperar su voz. Se aprende a través del trabajo en equipo, de la pregunta, el diálogo, el trabajo cooperativo, la interacción con el mundo y la naturaleza; el disfrute de hacer juntos para llegar a hallazgos cotidianos como apuesta colaborativa de apropiación del conocimiento y el territorio.

El colonialismo transformó la tierra y el suelo, eran la cuna natural de la vida y una fuente de sustento para sus habitantes, los convirtió en una propiedad privada para ser comprada, vendida y conquistada, transformó a los seres humanos de invitados en depredadores; es necesario volver a una actitud de respeto hacia el suelo y la tierra como un lugar sagrado, no como propiedad privada, pues la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El suelo personaliza el hogar espiritual de la mayoría de las culturas ancestrales, es la placenta de la producción de la vida biológica, es el espacio cultural y espiritual en el que se constituye la memoria, el mito, la historia y las canciones que componen la vida diaria. (Shiva, s.f., p. 5)

Los profes del Mochuelo

Somos un grupo de 21 docentes (12 de aula, 3 artistas, 2 orientadoras, 1 educadora física, 1 docente de enlace, 1 auxiliar de preescolar y 1 docente directivo) que intentamos reconocer diariamente las historias de nuestros estudiantes, por eso los saludamos con cariño, les preguntamos si han desayunado y cómo llegan de sus casas. A esto le llamamos reconocimiento. Desde el diálogo intentamos saber dónde y cómo viven, qué les gusta hacer y qué recuerdos les generan dolor. Sabemos que tienen que aprender las competencias básicas para el aprendizaje —como lo indica el Ministerio de Educación—, pero antes de eso, las habilidades fundamentales para la vida, como comunicarse asertivamente, participar en las decisiones del grupo, trabajar en equipo, pedir ayuda cuando es necesario, cuidar la tierra, conocer su territorio y solucionar pacíficamente los conflictos.

Hay una sensibilidad muy grande en nuestro equipo docente. Uno de nuestros proyectos pretende conocer y transformar el contexto, y uno de los propósitos institucionales para el 2018 es acercar a los padres de familia (la comunidad) al colegio, para conocerlos, saber cómo viven, qué hacen, qué piensan y trabajar conjuntamente en la ornamentación y algunos proyectos productivos escolares. Desde el 2017 venimos coordinando con la Secretaría de Educación el programa de validación para adultos, que en este momento ya fue licitado y cuenta con sesenta padres de familia inscritos.

Respondiendo al desafío de la coherencia, leemos para que nuestros estudiantes lean, nos tratamos con respeto para enseñarles el respeto, somos solidarios para que ellos lo sean, escuchamos y miramos a los ojos para que ellos se sientan tratados como seres humanos, disfrutamos la vida para que ellos la disfruten.

Nuestra organización interna es radicalmente democrática y participativa. Las decisiones las toman el Consejo Académico y Directivo, y el Comité de Convivencia, de acuerdo a sus competencias. Sus integrantes han sido nombrados democráticamente en elecciones de gobierno escolar; el cronograma institucional y los proyectos transversales han respondido a la propuesta Mi Escuela Rural, que reconoce y transforma nuestro territorio.

Esperamos que se hayan hecho una idea bonita de nuestra experiencia educativa en construcción. En una próxima oportunidad les contaremos sobre nuestros proyectos transversales, como el aula ambiental, nuestra pequeña finca, el festival artístico, el proyecto de lectura, las salidas de reconocimiento del territorio, el proyecto de tiempo libre y la participación en las olimpiadas rurales de la localidad.

Referencia

Shiva, V. (s.f.). El vínculo Sagrado con la Tierra. Revista Alcione,(14). Consultado el 10 de julio de 2019 . https://es.slideshare.net/roxana1963/el-vnculo-sagrado-con-la-tierra-vandana-shiva