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Paula Andrea Paniagua Osorio1

Mesa 1: estudios de género, feminismos e investigación

Ecos de la tierra: entre encuentros y desencuentros con mujeres rurales y campesinas

La alimentación trasciende la mera satisfacción de las necesidades biológicas, es un acto cargado de significado político que se entreteje en las dinámicas de producción, distribución y consumo; al elegir alimentos producidos localmente, se apoya la economía de las comunidades y se fomentan las prácticas agrícolas sostenibles. Un consumo responsable nos invita a reflexionar sobre el impacto de nuestros hábitos alimenticios en el medio ambiente y en los sistemas socioeconómicos, además, el uso medicinal y ancestral de los alimentos nos conecta con los saberes tradicionales que han nutrido a las sociedades a lo largo de las generaciones, ofreciendo una perspectiva holística que honra la relación intrínseca entre la tierra, el cuerpo y el espíritu. 

Sonsón es un histórico municipio del oriente antioqueño en Colombia, que al igual que muchos otros, fue azotado por el conflicto armado sobre todo en la década de los 90. Sus pobladores fueron testigos de actos violentos por parte de grupos armados ilegales como el frente 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc), al mando de Elda Nevis Mosquera alias “Karina”; y de actos violentos como el denominado “fin de semana negro”, siendo motivo de preocupación y desplazamiento (López Villada, 2019, p. 19). Paralelo a la época de conflicto en la zona, el movimiento social tomó fuerza hacia los años 2000 acogiendo por igual a hombres y a mujeres, por lo que, en muchas partes del municipio estas decidieron empezar a agruparse principalmente en las veredas con la convicción de hacerle frente al conflicto armado de la época, buscando otras maneras de “resistir” con el ideal de luchar por sus derechos.

Lo anterior, se daba con la premisa que escuchaban en las reuniones de las Juntas de Acción Comunal (jac), la cual era: “Las mujeres también se pueden organizar”, haciendo referencia a no tener la necesidad de contar con la presencia y el apoyo de un hombre para propiciar espacios de encuentro, así como lo menciona Doralba Botero líder del grupo Génesis, de la vereda Nori (citado en Alzate Ospina, 2021, p. 25). Hacia el año 2002, se lleva a cabo en el municipio un proceso llamado “De la casa a la Plaza”, realizado por la Corporación para la Participación Ciudadana , denominada Conciudadanía.2 Con el desarrollo del diplomado mencionado anteriormente se propició un espacio donde se acogió a las mujeres que asistieron a este como aprendices de derechos humanos, entre algunos otros aspectos importantes para el contexto social, por lo que el ejercicio dio pie para que las mujeres se motivaran y decidieran participar en la esfera política según su capacidad de decisión y aportes como líderes del municipio. Desde su creación, y hasta entonces, la asociación se ha convertido en un referente a nivel municipal, pues sigue promoviendo los valores que en un principio la llevó a constituirse, tales como la formación constante, la promoción de la autonomía económica y la soberanía alimentaria, pues para las mujeres esos valores se convirtieron en una necesidad constante. Debido a esto, Martínez de Nisser se ubicó como un mecanismo de permanencia y un espacio seguro donde las mujeres pueden unirse, compartir experiencias y conocimientos mientras aprenden juntas y generan espacios de participación política para contribuir a mejorar su calidad de vida.

Sentadas frente a la huerta de Martínez de Nisser, Yaneth, Yecenia, Emilsen y Nora recuerdan cómo llegaron hasta ese lugar, mujeres rurales y campesinas que sufrieron las secuelas de la guerra, que crecieron en medio de siembras de café y maíz y lucharon por cumplir sus metas; ellas reconocen que no eran tan cercanas a la tierra, a sembrar, a trabajarla, a vivir en ella. Su llegada a la asociación las llevó a hacerle frente a los retos que esta les presentaba por medio de uno de sus fuertes: Las prácticas alimentarias; escucharlas hablar sobre la alimentación y las acciones a su alrededor, devela que unas se han implicado más que otras en el proceso de siembra y producción de alimentos. Muestra de esto fue la creación de la huerta circular en la sede principal, donde han podido alimentar espacios propios para la reflexión, para el compartir y olvidarse un rato de la rutina.

La juntanza de las mujeres en la asociación ha representado la posibilidad de construir conjuntamente, de sostener la dignidad, la fortaleza y la generosidad que las caracteriza, en su gran mayoría han manifestado que les gusta cocinar, y esto es una ventaja, que además aporta a las actividades del grupo. Conviene distinguir que constantemente se producen oportunidades que permiten reunir a las mujeres y sus familias alrededor de la comida, por ejemplo, cuando llegan trabajadores o invitados, la junta directiva convoca a algunas cocinar y eso les otorga un reconocimiento económico por su labor, en una conversación amena con Beatriz, secretaria de la junta directiva decía que

Cada mes, también que por ejemplo hay una actividad en María Martínez y que necesitan por ejemplo hacerle de comer a los señores que vienen, pues los que cogen aguacate, casi siempre es por ese lado, o en las fiestas, ah que necesitan huevos, que necesitan barritas de gulupa, que necesitan cosas entonces lo llaman a uno, eso también, o de pronto nos hemos beneficiado en lo económico con proyectos, cosas así, cuando nos hemos ganado proyectos y hemos participado por medio de María Martínez. (comunicación personal, Proyecto “Páramos”, 2023)

El encuentro entre mujeres favorece la construcción de lazos, considerar a las personas, las plantas y los animales como parte de una familia refuerza el ideal del bien común que contempla la organización, pues valores como la amistad y la ayuda mutua posibilitan la compañía, la solidaridad, el amor y el valorarse como mujer campesina, ya que las juntanzas permiten la motivación e invitan a salir de la rutina de ver y sentir la vida (Ruiz Botero y Madrid Restrepo, 2023), las mujeres de María Martínez de Nisser ríen, cantan, bailan, lloran y celebran cada vez que tienen la oportunidad de verse para construir en colectivo.

La cosecha

El alimento en esta historia es el hilo conductor de todo proceso que se geste al interior de la organización, la conexión con la tierra, las manos que siembran y que cosechan, los frutos y productos que son vendidos y los que sirven a los emprendimientos de las mujeres que dedican parte de su vida a ello; por ello, se hace necesario hacer una distinción de lo que para ellas es uno de los lineamientos que guían su trabajo: La soberanía alimentaria, que es definida por La Vía Campesina como

Un proceso de construcción de movimientos sociales y una forma de empoderar a las personas para organizar sus sociedades de tal forma que trascienda la visión neoliberal de un mundo de productos básicos, mercados y actores económicos egoístas […] La soberanía alimentaria significa solidaridad, no competición, también la construcción de un mundo más justo desde abajo hacia arriba. (2018, p. 3)

Lo anterior no es más que la apuesta por la libre toma de decisiones en referencia a la alimentación, que las personas puedan decidir sobre qué tipos de alimentos consumir, sobre qué tipo de procesos agroecológicos apoyar y sobre por qué productos comprar, se convierte en un acto de resistencia al sistema; pasa con las producciones de las huertas familiares de las mujeres que hacen parte de la asociación e incluso con la huerta circular que habita en esta, pues su lucha desde la cosecha es por lo justo, en cuanto a la diversidad en los productos que siembran, el dinero, el auto consumo responsable y la creatividad de las mujeres para atender y resolver los menesteres cotidianos (Ruiz Botero y Madrid Restrepo, 2023). Las mujeres de la organización que tienen huertas en sus casas logran el cometido de justicia con actos tan simples como el no tener un intermediario a la hora de realizar su venta, allí redimen el camino recorrido para obtener un producto, a la vez que enuncian la historia de este, pues se dejan ver las condiciones de producción, los conocimientos y el tiempo que cada una invirtió para poder cosechar. Por eso, en la búsqueda por comprender la alimentación como un acto político, he podido notar que este está permeado desde el amor, los cuidados, la resistencia, la sostenibilidad y sobre todo la memoria ancestral, que en últimas se convierte en una acción que va más allá del movimiento intangible y áureo marcado por la decisión de acuerpar3 el alimento.

El acto político termina siendo influenciado por las mujeres desde varias áreas de la vida, desde el amor, cuando los espacios de encuentro con la alimentación permiten desarrollar acciones de amor propio, la bondad, la compasión y la capacidad de habitar con las demás; desde el cuidado, al permitir la reflexión y desde la resistencia al decirle ¡no! al sistema, rechazando los alimentos procesados. Ducasse (2019) define el acto de comer como “una responsabilidad colectiva que parte de la tierra al plato, por lo tanto mientras se destruyen otras formas de vida (animales como vegetales), se condena a la humanidad a un futuro incierto” (cit. en García, 2019), por lo que se vuelve político al tener que tomar decisiones sobre cómo alimentarnos de cara a la industrialización, qué clase de comida compramos —por ejemplo, el no comprar carne por su impacto ambiental y sobre la naturaleza, pues son acciones que aportan a la transformación y construcción social—. El proceso de transformación de los alimentos abarca desde técnicas tradicionales de preservación hasta métodos de procesamiento, incluye prácticas como el secado, la fermentación, el enlatado y la congelación, que lo que busca es preservar la comida y mejorar sus propiedades originales. La transformación refleja adaptaciones a nuevos entornos, disponibilidad de ingredientes y la influencia de cambios culturales, contribuyendo a la diversidad gastronómica que caracteriza a las distintas sociedades.

Prácticas de cuidado que sostienen vidas

Desde las experiencias de las prácticas alimentarias propiciadas en la Asociación, se pueden identificar diversas acciones de cuidado que contribuyen a la sostenibilidad de la vida, como por ejemplo el consumo consiente, la reducción del desperdicio alimentario y la promoción y concientización sobre la sostenibilidad, acciones que, al aplicarlas de manera colectiva, pueden contribuir al cuidado del entorno y la promoción de prácticas respetuosas con el medio ambiente. En este apartado se hará un recorrido por algunas de las prácticas de cuidado que realizan las mujeres de la asociación, quienes fortalecen la economía solidaria y sostenible compartiendo los saberes propios que entretejen el poder de la palabra y la memoria individual y colectiva. 

Las prácticas están divididas en tres grandes dimensiones: 1) Prácticas de cuidado para la autonomía económica, 2) Prácticas de alimentos que cuidan y 3) Cuidado colectivo de mujeres, las cuales serán descritas a continuación.La primera dimensión son las Prácticas de cuidado para la autonomía económica, que hacen referencia a las acciones y actividades que se realizan para mantener el bienestar físico, emocional y social, tanto de manera individual como de manera colectiva con todo lo que nos rodea. Para el caso de Martínez de Nisser, estas buscan contribuir a la autonomía económica de la organización y de las mujeres que la conforman, aportando así a la economía del cuidado, en ese sentido se encuentran actividades como:

El ropero – fondo de ahorro autogestionado – trueque – segundos usos.

La segunda dimensión son las Prácticas de alimentos que cuidan, allí se encuentran algunas de las prácticas alimentarias referenciadas anteriormente, pues el alimento se convierte en un “cuidador” fundamental en múltiples dimensiones, como la nutrición y salud, las conexiones sociales y emocionales, la seguridad alimentaria y el cuidado del medio ambiente, entre estas se encuentan: Siembra en la huerta – preparación de alimentos al servicio de otros – transformación de alimentos.La tercera dimensión es el Cuidado colectivo de mujeres, que apuesta por la construcción de sociedades más justas y equitativas desde las juntanzas en el encuentro con otras y la búsqueda de la sororidad, ya que, cuando las mujeres logran apoyarse mutuamente, crean redes solidarias y empáticas con las que están a su alrededor, además del reconocimiento de la otra en la diversidad que implica valorar las múltiples identidades de todas. A continuación, algunas acciones de cuidado que han permitido que las mujeres sigan creciendo colectivamente:

Costurero contra las Violencias Basadas en Género – Comercialización – Cuidado de la otra.

Hablemos del cuidado

En los apartados anteriores, se retoman algunas de las prácticas alimentarias que sostienen las mujeres de la Asociación María Martínez de Nisser en Sonsón, siendo el acto de alimentar un acto político guiado por acciones que resultan mediadas por la cotidianidad de las mujeres rurales y campesinas y que finalmente son permeadas por el cuidado, pero ¿qué sabemos del cuidado? Karina Batthyány (2020) plantea el cuidado en tres dimensiones, 1) Hacerse cargo del cuidado material, lo que implica un trabajo. 2) Hacerse cargo del cuidado económico, que implica un costo económico. 3) Hacerse cargo del cuidado psicológico, que implica un vínculo afectivo, la autora también plantea que la particularidad del cuidado parte de la base relacional dentro y fuera del hogar.

En ese sentido, si se habla de la primera dimensión planteada por la autora, el cuidado de lo material, puede hacer referencia al sostenimiento de la vida, para el caso de las mujeres de la asociación, el cuidado de la naturaleza, tanto los animales como las plantas, sus siembras en la huerta, el espacio físico del hogar, la preservación de los recursos materiales, el cuidado del río, el cuidado de lo material implica reutilizar, reciclar, revalorizar, adquirir prácticas sostenibles y brindar segundas oportunidades. Ante esto, Nubia, integrante de la Asociación de Mujeres Emprendedoras Rurales (amersea), comenta un poco sobre sus prácticas diarias

Yo me levanto a las cinco y lo primero es el agua al jardín, ya me voy a barrer los patios […] No, los patios los barro cada dos días, […] ya luego me entro, prendo el fogón de leña, coloco las ollas, ya voy y me baño. Baño al niño, sigo arreglando el desayuno. Y ya, empiezo a hacer los oficios, que a lavar, que a arreglar las camas, esta semana he estado saliendo mucho. No me ha dado tiempo, tengo toda la ropa para doblar. […] Después de las tres o cuatro de la tarde me voy a trabajar con las plantas, a cultivar. Vea, por el bordo del patio tengo el tomate, hay cebolla, hay cilantro, pepino […] Entonces es cómo uno tratar de optimizar gastos sabiendo que hay tierra, que hay dónde cultivar y que podemos producir los productos más limpios, sin químicos, únicamente con el abono orgánico. (Nubia, comunicación personal, Proyecto “Páramos”, 2023)

Con lo anterior, se puede inferir que las mujeres con sus prácticas diarias aportan al sostenimiento de la vida, acciones que son esenciales y complejas al mismo tiempo que velan por el bienestar propio y de los demás, acciones que buscan fortalecer los procesos biológicos para mantener un equilibrio más armónico sociedad – vida en general.

La segunda dimensión del cuidado refiere a la economía del cuidado, donde Batthyány et al. refiere en el libro Miradas Latinoamericanas del Cuidado (2020) que la economía feminista, y más adelante, la economía del cuidado se han logrado situar en un lugar de importancia en las agendas del gobierno y más aún de los organismos internacionales, pues desde esa visión, el cuidado es visto como una forma de “visibilizar” o dar cuenta de la contribución de las mujeres a una economía alternativa y que compara tanto el trabajo remunerado como el no remunerado. Aquí toma importancia la sostenibilidad de la vida como un pilar fundamental para entender el cuidado y distribución de bienes y servicios, por lo que no se centra en la reproducción del capital. Es importante el reconocimiento de la acción como un trabajo, pues esto ha llevado a que se tomen decisiones importantes a nivel político público, como en el municipio de Medellín que se adelanta el Sistema Distrital de Cuidado; en Antioquia, el Plan de Economía del Cuidado, mientras que a nivel de Colombia se promueve la mejora del Sistema Nacional de Cuidado de Antioquia, que es liderado por el Ministerio de la Igualdad. Para las mujeres, una de las formas de aportar a la autonomía económica es mediante la venta de sus productos agroecológicos para el servicio de los demás

Yo no le vendo al comercio pues así la verdura o las cosas que me sobran de los frutales, no, yo solamente las vendo así entre familias, yo ya tengo mis clientes y entonces les ofrezco: vea, tengo cilantro, tengo tal cosa, entonces “venga, tráigame tanto”, el plátano también lo vendemos así, por redes sociales. (Estrella, comunicación personal, Proyecto “Páramos”, 2023)

El hecho de que las mujeres puedan comercializar sus productos sembrados, cultivados, cosechados y transformados, aporta a la eliminación de los intermediarios al vender directamente al cliente final o en las ferias destinadas para esto; a la estabilidad socioeconómica de las mujeres en la medida que la comercialización les brinda visibilidad y reconocimiento en las comunidades y por último el empoderamiento y el reconocimiento al trabajo realizado, pues en muchos casos al ver el valor que refleja el trabajo realizado en las ventas se fortalece el autoestima de las mujeres. Finalmente, la tercera dimensión hace referencia al cuidado del vínculo, que retoma los aspectos del cuidado en colectivo, del cuidado familiar, en el que, si se piensa el cuidado desde una perspectiva cotidiana, se observa cómo las mujeres advierten que es importante el autocuidado antes de cuidar a los demás. En su mayoría, desde que hacen parte de la Asociación, algunas manifiestan que han comprendido que es importante hacer una pausa en la rutina y pensar en otras cosas, como descansar, darse un masaje, alimentarse bien, hacer ejercicio físico, incluso ponerse lindas por que sí, comprar un vestido nuevo, todo desde que sea una acción natural y no forzada. Como se puede vislumbrar en el testimonio de Doralba Botero, presidenta de la junta de acción de asonisser

Primero me cuido yo, aunque a veces me descuido, pero si, si yo me cuido estoy cuidando a las demás… cuido a Julián que es el que está conmigo, y cuido cuando está Cristian, cuido a Luz Emilsen, a la niña, los cuido a ellos y cuido pues al colectivo, a la asociación, cada una con su familia que uno sabe, uno está muy pendiente. (Comunicación personal, Proyecto “Páramos”, 2023)

El alimento, la acción de cocinarlo y la manipulación de este, permite que las mujeres, sus familias y allegados se reúnan, compartan, se alimenten saludablemente, se reúnan alrededor de la sabiduría de las preparaciones y las transformaciones y prolonguen estas tradiciones por más generaciones; se alimentan los animales para que más adelante estos sirvan a las familias y su sustento, se alimenta a las mascotas para preservar su vida y acompañen en la actividad diaria, se alimentan las plantas a través de los abonos y demás ecosistemas para prolongar el ciclo de la vida.

Sembrando Saberes: acciones pedagógicas en las prácticas alimentarias y de cuidado en el ciclo de sostenimiento de la vida

En el contexto del colectivo de mujeres rurales y campesinas, las acciones pedagógicas en las prácticas alimentarias y de cuidado desempeñan un papel fundamental en el ciclo de sostenimiento de la vida. Estas acciones no solo se limitan a la transferencia de conocimientos sobre técnicas agroecológicas y culinarias, sino que también están intrínsecamente ligadas a la construcción de identidades, la transmisión de valores culturales, la promoción de la autonomía y el cuidado. A través de la enseñanza mutua y la reflexión colectiva, estas mujeres fortalecen sus capacidades para cuidar de sí mismas, de sus familias y comunidades, contribuyendo a la sostenibilidad y la resiliencia en el ámbito social. 

Si bien es cierto que algunas de las mujeres en la Asociación María Martínez de Nisser se nombran “feministas en construcción”, son permeadas en ideales y visiones de las personas y colectivos con los que interactúan, posibilitando el aprendizaje y el intercambio de saberes constantemente, así mismo la posibilidad del encuentro permanente con el/las otras, beneficia no solo el conocimiento práctico, sino también el crecimiento espiritual mediado por el acompañamiento mutuo, el respeto, el amor, la empatía y la reciprocidad. La juntanza resulta ser un proceso de constantes retos y aprendizajes, que puede llegar a ser una espiral en crecimiento y que no va a terminar pronto mientras siga creciendo y siendo movilizada por las mujeres y sus acciones que son el reflejo de su conocimiento, pero ¿cuál conocimiento?, el práctico y ancestral, sobre la tierra, sobre el alimento, sobre el cuidado y la vida misma.

En Martínez de Nisser, estas mujeres ponen su centro en el alimento, pues la mayoría desde pequeñas aprendieron a trabajar la tierra, a tener rutinas extenuantes para ver los frutos de su labor, sus madres les enseñaron a sembrar, a cuidar las semillas, a regarlas, a prolongar su vida y a cosechar los frutos; les enseñaron a preparar el alimento para compartirlo con otras personas. Ya lo nombra Luz Emilsen, “aprendimos a cocinar muy desde el amor, desde el reto, desde las posibilidades y la creatividad […] aprendimos a cocinar como un juego” (Bedoya, comunicación personal, 2023). Este es el punto de encuentro donde las personas confluyen y gestan ideas y pensamientos para accionares futuros, tener la posibilidad de elegir qué tipo de alimentos se va a consumir implica que exista un conocimiento de lo saludable, y transmitirlo a las mujeres más jóvenes prolonga la existencia de este propiciando el relevo generacional.

De igual manera, las mujeres aprendieron a transformar el alimento, saben cuáles son las plantas medicinales y cuales las aromáticas; saben que “la ruda no debe estar cerca del romero” y que “la aromática de hierbabuena con gulupa ayuda a sanar el útero” (Holguín, comunicación personal, 2023); aprovechan la leche de la vaca y la convierten en leche, queso y mantequilla porque “con la preparación de estos alimentos le demuestro todo el amor a mi familia” (Gómez Ramírez, comunicación personal, 2023); cuidan a las abejas y obtienen miel, el propóleo, el polen e incluso maquillaje, tanto que, “si todos los días te aplicas el serum de cera de abeja en unos meses te van a crecer las pestañas demasiado” (Gómez, comunicación personal, 2023); alimentan a los cerdos con una dieta balanceada y obtienen carne para la venta y el consumo propio; las rosas y el romero pasan a ser aceites esenciales que sirven para los dolores físicos, la caída del cabello y el cuidado de la piel. Tienen claro que se siembra en tierra caliente como la yuca, en clima templado el plátano y en tierra fría la papa; intercambian plántulas y recetas con otras mujeres para enriquecer sus huertas, saben por qué el maíz no se debe sembrar en el centro de la huerta, sino en las orillas. Dan segundas oportunidades a los alimentos al transformarlos, a las prendas de vestir, aprovechando su ciclo vital y transformándolas en objetos útiles como bolsas de mercado, billeteras y demás; a los objetos como las radiografías que terminan convertidas en mariposas, pintan telares en retazos y de vez en cuando, se alían con una que otra institución para aprender un poco de los saberes que estas les puedan ofrecer. Alicia Puleo menciona cómo en varias comunidades son las mujeres las que conservan los conocimientos tradicionales acerca de los recursos naturales, como por ejemplo las propiedades medicinales de las hierbas y plantas que las rodean (cit. en Corzo Joya, 2029, p. 6). Esto nos dice que las mujeres son las portadoras por excelencia del conocimiento, en sus recuerdos guardan las memorias de sus ancestras, madres, hermanas y abuelas, sobre la vida, la medicina natural, la alimentación, los cuidados. La creación y reproducción del conocimiento termina siendo impartida por medio de encuentros, por medio de la práctica, con la premisa de construir para luchar por el bienestar individual y colectivo de las mujeres, porque “el que comparte es abundante”.

Referencias

Alzate Ospina, M. Y. (2021). Historia de la fundación de la Asociación de Mujeres María Martínez del municipio de Sonsón, narrada desde los procesos de participación comunitaria de tres mujeres y su labor en la construcción de memoria histórica en el territorio [Tesis de pregrado, Universidad de Antioquia]. Repositorio institucional Universidad de Antioquia.

Batthyány, K. (2020). Cuidados, derechos y pandemia. Defensoría del pueblo ciudad Autónoma de Buenos Aires.https://acortar.link/vvRq0k

Batthyány, K., Arrigada Acuña, I., Anderson, J., Aguirre Cuns, R., Hirata, H., Rodríguez – Enríquez, C., Pineda Duque, J. A., Meil, G., Romero – Balsas, P., Rogero – García, J., Perrota, V., Sorj, B., Martín Palomo, M. T., Genta, N., Díaz Gorfinkiel, M., Faur, E., Pereyra, F., Scavino Solari, S., Pacheco Gómez, E. y Domínguez Amorós, M. (2020). Miradas latinoamericanas a los cuidados. Siglo xxi. editores.

Corzo Joya, D. A. (2029). Ecofeminismos: Una alianza entre el feminismo y la naturaleza. Fundación Heinrich Böll. 

García, J. (2019). El acto político de comer. Reseña de comer es un acto político, de Alainne Ducasse. Palabra de campo. 

La Vía Campesina. (2018). ¡Soberanía Alimentaria ya! Una guía por la soberanía alimentaria. La Vía Campesina. 

López Villada, J. D. (2019). Contexto histórico de las condiciones geográficas, socioeconómicas y políticas en las que se dio el conflicto armado en Sonsón (Antioquia) entre 1997 y 2012. Imaginarios colectivos: Un aporte para el fortalecimiento de la identidad comunitaria en el municipio de Sonsón, 1997-2012 [Proyecto Buppe, Universidad de Antioquia].Ruiz Botero, L. D. y Madrid Restrepo, E. (2023). La huerta del cuidado de las mujeres de Páramo-Oriente Antioqueño, Argelia-Sonsón-Nariño. Corporación Conciudadanía.


  1. Trabajadora Social de la Universidad de Antioquia, joven investigadora con fuertes inclinaciones por el Ecofeminismo, el trabajo con mujeres y comunitario; integrante de las Doñas Colectiva, que apuesta por la construcción de paz feminista joven y voluntaria en la organización Putamente Poderosas. El artículo aquí presentado es el resultado del proceso de investigación realizado con las mujeres de la Asociación Municipal de Mujeres María Martínez de Nisser del municipio de Sonsón, Antioquia, para optar por el título de trabajadora social de la Universidad de Antioquia. ↩︎
  2. Organización sin ánimo de lucro que fue constituida oficialmente en 1991 y que promueve la participación ciudadana en la construcción democrática e integral de territorios que sean sostenibles, reconciliados, y que ejerzan la ciudadanía plena con bases en la democracia, el desarrollo territorial sostenible, la paz y la reconciliación. ↩︎
  3. Acuerpar como acción de habitar el alimento, ser conscientes del proceso y el recorrido de los alimentos. ↩︎